martes, 30 de junio de 2009

Aún imagino cuando me cantabas al oído, aquellos hermosos recuerdos que me hacían volar. Me tomabas de la mano y viajábamos juntos por el horizonte, rondábamos sin destino alguno y jugábamos a ser una sóla persona. Mis ojos brillaban con el sólo verte y mis latidos aumentaban mientras más te acercabas.
Lo éramos todo, y a la misma vez no éramos nada, tan sólo un par de tortolitos que alguna vez quisieron permanecer juntos hasta la eternidad.


Desde lejos te oigo cantar otra vez, tal como lo hacías conmigo, pero esta vez es un solo. Aquel solo humilde y sencillo, pero a la vez hermoso. Que brilla sin cesar con cada sílaba que pronuncias, que deleita a quienes lo escuchan. A todos, menos a mi. Que me envuelve como una nube que cubre al sol, me envuelve y mis lágrimas corren desesperadas, buscando un mar en donde desembocar.

Algún día lloraremos juntos, de tristeza o alegría, yo prefiero de esto último. O simplemente llorar por amor, ver como tus lágrimas caen, gota por gota, sobre mis manos. Y mis lágrimas en las tuyas, mirándonos fíjamente a los ojos. Que en la luz brillarán, y se formarán destellos.
Me abrazarás y nuestros cuerpos desnudos se unirán, besaré tu piel húmeda, tus mejillas enrojecidas.